EL VENADO DIABÓLICO
El sol había desaparecido del horizonte y la luna reinaba sobre la frondosa vegetación, entonces padre e hijo muy preocupados ataron al venado a una rama y así pudieron conducirlo a una casucha cercana, allí decidieron pasar la noche. Las horas transcurrían lentamente y la luna cuan celosa se ocultaba detrás de las nubes, el paraje se tornaba en una oscuridad total, el viento soplaba muy fuerte, lejanos aullidos de perros se perdían en la oscuridad y la puerta apolillada de la choza empezaba a chirriar.
El terror se apoderó de los cazadores, sin embargo padre e hijo salieron de la cabaña para observar al venado, pero éste ya no estaba en el lugar, sólo se escucharon unos trotes lejanos que se perdían en las sombras de la oscuridad.
Don Armando y su hijo durante esa noche no pudieron unir los párpados, mirándose el uno al otro, al fin comprendieron que el venado que habían cazado era el mismísimo lucifer encarnado en un animal.
Desde entonces los lugareños comentan que la caza de los venados disminuyó considerablemente.
Hace algunos años don Armando Sayaverde junto a su hijo se dedicaban a cazar venados en el bosque de La Palma, como de costumbre, cada fin de semana, no faltaba carne de venado en la casa de este lugareño.
Cuentan que la caza era al anochecer ya que a esa hora los venados bajaban a beber el agua fresca que brinda la profunda quebrada del aquel lugar.
Cierto día, los dos cazadores salieron unas horas más tarde de lo habitual, ya en el lugar y en completo silencio empezaron a buscar un venado, continuaban con su propósito mientras la tarde llegaba a su fin. ¡Caray! No encontraban ningún animal, pero cuando todo parecía perdido, se presentó ante los ojos de los cazadores la figura de un robusto venado junto a unos matorrales, don Armando lo apuntó con su carabina y de un disparo le causó la muerte.
El cazador y su hijo cogieron el venado para llevarlo a casa, pero estaba tan crecido y pesado que no podían cargarlo, el padre empuñó su filudo cuchillo, le cortó las patas y la cabeza, pero aún era imposible.
El sol había desaparecido del horizonte y la luna reinaba sobre la frondosa vegetación, entonces padre e hijo muy preocupados ataron al venado a una rama y así pudieron conducirlo a una casucha cercana, allí decidieron pasar la noche. Las horas transcurrían lentamente y la luna cuan celosa se ocultaba detrás de las nubes, el paraje se tornaba en una oscuridad total, el viento soplaba muy fuerte, lejanos aullidos de perros se perdían en la oscuridad y la puerta apolillada de la choza empezaba a chirriar.
El terror se apoderó de los cazadores, sin embargo padre e hijo salieron de la cabaña para observar al venado, pero éste ya no estaba en el lugar, sólo se escucharon unos trotes lejanos que se perdían en las sombras de la oscuridad.
Don Armando y su hijo durante esa noche no pudieron unir los párpados, mirándose el uno al otro, al fin comprendieron que el venado que habían cazado era el mismísimo lucifer encarnado en un animal.
Desde entonces los lugareños comentan que la caza de los venados disminuyó considerablemente.